Buscar

Moción para poner en marcha la elaboración para un proyecto de ciudad para 2030

  • Propuesta del Grupo Municipal Valladolid Toma la Palabra para el Pleno del 9 de julio de 2019

MOCIÓN PARA PONER EN MARCHA LA ELABORACIÓN DE UN PROYECTO DE CIUDAD PARA 2030

PRESENTADA POR VALLADOLID TOMA LA PALABRA

1. Las ciudades tienen, a veces, proyectos explícitos de futuro. Carpetas con declaraciones, textos y algún plano que dibuja lo que se pretende. Disponen, como decimos, de documentos más o menos claros en los que se recoge una visión deseable de cómo podría ser la evolución urbana al cabo de una o dos décadas. Y definen, en los proyectos más elaborados, las estrategias que podrían aplicarse para conseguir tal desarrollo. Que no se refieren únicamente a los aspectos urbanísticos o materiales, sino también (y sobre todo) a sus dimensiones económica y social. Adónde se quiere llevar la convivencia. De qué manera se pretende reinventar la vida urbana. Cómo adelantarse a ese futuro incierto.

Otras veces las ciudades no cuentan con proyectos completos y cerrados, y únicamente pueden entrever algunas propuestas en determinados campos o líneas de evolución. Si bien puede que esas intuiciones sean suficientes para aprovechar bien las oportunidades que puedan presentarse. Y en otras ocasiones, otras ciudades viven al día, sin pensar en más.

Pero en todo caso siempre, según creemos, se tenga plan, intuiciones o nada, se considera bueno orientar algunos esfuerzos a la definición de un horizonte suficientemente claro y definido. A descubrir esa perspectiva. Se ha dicho que el infierno que dibujaba el Bosco era infierno precisamente porque no tenía horizonte. “No se ve allí horizonte alguno. Ninguna continuidad entre las acciones, ninguna pausa, ningún camino, ningún plan, ni pasado ni futuro. Nada se ensambla: todo se interrumpe” (Berger). Está claro: dibujar un horizonte común para la ciudad es algo deseable. Un buen propósito.

2. Contamos, de entrada, con algunos proyectos genéricos de futuro, que pueden ayudar a entrever algunos rasgos de ese horizonte futuro. Porque visionarios no faltan. No solo los utopistas clásicos o reverdecidos. Sino también los proyectos (algunos interesados, sin duda) de distintas entidades, de científicos, de empresas, que describen cómo podría ser el futuro urbano. Casi la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades, pero en 2050 se prevé que aumente al 75%. Por eso pensar en el futuro de las ciudades es un deporte lógico. Mas, ¿qué se dice?

Revisemos desordenadamente algunas recomendaciones o imágenes (casi todas urbanísticas), de las muchísimas que circulan por ahí. Se habla (es un aburridísimo lugar común) de que viviremos en “entornos urbanos más inteligentes”. Aunque también hay quien piensa que «muchas ciudades tienen prioridades mucho más acuciantes que las de llenar sus calles de sensores». Se cree que en las ciudades futuras se multiplicarán los huertos urbanos, en múltiples localizaciones. Hay quien sigue defendiendo que se seguirán levantando rascacielos, aunque sean de madera (algo es algo). Y otros proponen “rascatierras» (earthscrape). Por supuesto, conviviremos con muchísimos robots y tendremos conexiones ultrarrápidas a la red.

Tampoco habrá duda en esto: habitaremos ciudades «descarbonizadas»… o desapareceremos. Algunos hablan de la generalización de los vehículos eléctricos y de los sistemas de bicicletas compartidas, con una calidad en el aire tan mejorada que los trabajadores de las oficinas “podrán abrir sus ventanas”. Algunos paneles de control tomarán el pulso de la ciudad desde el punto de vista de la energía o la gestión de residuos, pero también informarán del número de trabajos disponible y de otras variables. Quizá haya programas como el de “Abraza un árbol”, por el que los ciudadanos adoptan un árbol como si fuera un hijo. El crowdsourcing (la colaboración abierta al público para el desarrollo de tareas) será, probablemente, más habitual. Se aplicarán (ojalá) programas como el de la ONU para hacer la ciudad más segura para las mujeres y los niños y niñas. Hay quien piensa que veremos muchos parques verticales equipados con «biorreactores de algas», torres de bambú con huertas integradas y puentes con diseños inspirados en medusas. Vaya.

O que seguiremos el ejemplo de Finlandia, que construye como ciudad del futuro “un paraíso casi sin autos”. En alguna universidad se aplica la teoría de “sacar partido al agua en las ciudades”. En otras se habla del diseño de “ciudades compartidas” (igualdad entre mujeres y hombres). Y alguna más se refiere al futuro de la ciudad preguntándose qué hacer: “¿una ciudad inteligente o una ciudad social?”, como si fuesen cuestiones difícilmente compatibles. Lo cierto es que parece casi imposible eludir si serán las ciudades del futuro como las imaginamos cuando vimos Blade Runner. También da por pensar en la generalización de la teleasistencia médica. Por supuesto, la gestión del tránsito será tal que los sistemas de control informarán de qué ruta elegir en cada momento. Se maximizará la eficiencia energética.

El alumbrado urbano será inteligente y las papeleras también avisarán cuando no quepa más: “Estoy llena”. Algunos creen que los habitantes de la “nueva ciudad” serán nómadas, y estarán “consagrados al juego como máxima expresión de la libertad y la creatividad inherentes al ser humano”. Eso sí: podrá suceder (¿sucede ya?) que uno no conozca a su vecino, y que no sienta respaldo comunitario alguno. Muchas personas, quizá (¿sólo quizá?), se sientan enormemente solas y excluidas. Pero fijémonos, por último, en un diseño japonés: “Japón diseña la ciudad del futuro: estará bajo el mar y se estrenará en 2030”. En fin. “Espiral Oceánica”, se llama.

3. En Valladolid se han hecho, en el último siglo, algunas propuestas de futuro. No tan llamativas como las que acabamos de comentar. Pero futuristas, sin duda. Y sin embargo –creemos-, todas han sido fallidas. Incluso de forma estrepitosa, en ocasiones. Pero nos han ofrecido una práctica que, repetimos, no está mal. El último ejemplo fue el denominado plan estratégico “Valladolid hacia 2016”. Antes hubo otro plan estratégico. Y más antes, aún, algunos planes generales (no todos) permitieron ese objetivo de pensar cómo podría evolucionar la ciudad algunas décadas después. Lo cierto es que es muy difícil acertar. Y muy difícil también dirigir la nave (la ciudad) hacia algunos objetivos muy determinados. Los planes estratégicos siempre pecan de ingenuidad: lo quieren todo, y lo quieren ya, para la ciudad de que se trate.

En todo caso, para debatir sobre esa ciudad futura, ese Valladolid de 2030, habrá que saber cuáles son los agentes más determinantes, y hablar con ellos. Como en todos los planes estratégicos se buscará, probablemente, cómo atraer inversiones exteriores y captar ayudas públicas. También cómo “vender la ciudad”. Se aplicarán diagnósticos basados en el terrible DAFO (es imposible eludirlo). Se seleccionarán ejes y proyectos estratégicos de cada programa que se defina. Se propondrán comisiones temáticas y se elegirán los indicadores más convenientes. Pero no solo se trata de eso.

4. No se trata ni de hacer futurismo ni de elaborar un plan estratégico. Lo cual no disminuye la conveniencia y oportunidad del trabajo. Solo pauta un poco mejor las esperanzas. Quizá nos permita solo trabajar en “verdades parciales”. Lo que no está mal. En muchos de los programas electorales de los distintos grupos, o en algunos de los discursos de investidura del inicio de este mandato se hizo referencia a la necesidad (o conveniencia) de elaborar un proyecto de este tipo. Que no tiene por qué concluir en un consenso sobre todos los puntos de que se trate. La naturaleza democrática del espacio público avala la posibilidad del conflicto y de la discrepancia. La pretensión de que un consenso racional sobre cualquier cuestión pueda ser alcanzado a través de un diálogo sólo será posible “al precio de negar el irreductible elemento de antagonismo presente en las relaciones sociales” (Chantal Mouffe, El retorno de lo político).

No hay por qué suponer, ingenuamente, que los intereses de todos los individuos y los grupos que viven o trabajan en la ciudad son en definitiva los mismos; y que finalmente se armonizarán. No tiene por qué ser así. Lo que interesa es, según creemos, proporcionar un espacio adecuado para pensar en el futuro de la ciudad de Valladolid, a medio/largo plazo, en un ejercicio efectivo de la discusión pública, para favorecer un pluralismo posible. Buscando consensos, pero sin eludir posibles diferencias y antagonismos. Elaborando finalmente un documento abierto, plural y múltiple. Hablando para ello, sin tregua, con los vecinos en los barrios, con todos los colectivos y entidades, dedicando para ello todas las horas que haga falta. Lo que se pretende es trabajar ese proyecto de futuro. Y estimular la participación. Porque lo que más interesa es el debate mismo, trazar conjuntamente el camino o los caminos hacia aquel horizonte.

Por todo ello, la concejala que suscribe, en nombre del Grupo Municipal Valladolid Toma la Palabra, presenta esta moción, para adoptar los siguientes

ACUERDOS

1º. El Ayuntamiento de Valladolid pone en marcha el proceso para elaborar un proyecto de ciudad que podría denominarse “Valladolid 2030”, en el que se definan objetivos y estrategias de evolución de la ciudad con ese horizonte temporal.

2º. Solicita al Consejo Social que se pronuncie sobre los aspectos que considere más relevantes en la definición de tal propósito.

3º. La Concejalía de Participación Ciudadana y Deportes diseñará, para el próximo otoño, un procedimiento de trabajo participativo que articule la posible colaboración e implicación de los principales agentes económicos y sociales de la ciudad en el proyecto de “Valladolid 2030”.
Valladolid, 4 de julio de 2019

Por el Grupo Municipal de Valladolid Toma la Palabra,

María Sánchez Esteban,
Portavoz