Buscar

«La salud de la universidad pública», artículo de Rosalba Fonteriz

  • Artículo publicado el mes de mayo de 2018 en Delicias al Día

Hace apenas una semana leíamos la noticia de que la Universidad de Valladolid se encuentra en el puesto 63 de las 65 analizadas por la Fundación CyD este año. Al margen de que podamos criticar cómo se llevan a cabo dichos estudios, qué cosas se tienen en cuenta, etcétera, la realidad es que el panorama no es halagüeño. Evidentemente las directrices de cada universidad influyen directamente en el resultado, primando la docencia o la investigación, priorizando determinadas áreas…

Pero al margen de las políticas de cada equipo rectoral el problema que subyace es el de la financiación. Este es la verdadera dificultad. Contamos con una universidad envejecida, falta de profesores, con menos alumnos debido al elevado coste de las tasas académicas y cada vez con menos recursos.

En el proyecto de Presupuestos Generales del Estado la partida para la educación universitaria sube un 3,7%, pero en realidad es un 13% más baja que en 2012. Lo mismo ocurre con el resto de las enseñanzas, la infantil y la primaria disminuyen en su presupuesto un 13% con respecto a 2012 y la Educación compensatoria acumula un déficit del 92% desde 2009. Está claro que la educación no se encuentra entre las prioridades del actual gobierno.

La investigación básica, la base de la aplicada, está cada vez peor financiada. Aunque en el proyecto de presupuestos de este año aparece un incremento teórico del 5,4% la realidad es que como en los otros casos la pérdida acumulada desde 2009 nos hace estar a la cola de los países europeos en cuanto a financiación. Grupos de investigación desaparecen, se cierran laboratorios por falta de financiación. Los investigadores noveles se encuentran en condiciones precarias y terminan abandonando nuestro país para integrarse o formar grupos de investigación punteros y con casi nulas posibilidades de volver a la universidad española.

Y por si fuera poco la sombra de la sospecha se cierne sobre algunas universidades: títulos de Máster falsificados, dudas sobre asignaturas aprobadas en plazos extremadamente breves…

Necesitamos invertir en educación, revertir la falta de recursos de los últimos 7 años. Contratar profesorado tras muchos años de una tasa de reposición cero. Incrementar los recursos para investigación. Sin la financiación adecuada la universidad se asfixia y languidece.

Una universidad pública y de calidad es la garantía de que nuestros hijos tendrán las mismas oportunidades de acceso. Una universidad dinámica, accesible para todos y todas, con grupos de investigación punteros, que nos libere de la dependencia tecnológica de otros países, lo que a la larga se traducirá en generación de empleo y fijación de población sobre todo en regiones como la nuestra es la apuesta por la que debemos luchar. Exijamos una mayor inversión en educación y recuperar los niveles anteriores a la crisis, no sólo en este campo sino en otros como sanidad, dependencia y un largo etcétera.